OLIVO
EL OLIVO
Olea europea
Familia oleaceae
DESCRIPCIÓN
No podemos hablar de un olivo, sino de siete, en el Parque Ganivet. Supervivientes del crecimiento del núcleo urbano. Con alturas que se acercan a los 9 metros de altura y diámetros de troncos de 85 cm, sus troncos, retorcidos, gruesos y agrietados, con el color de la edad de tres cifras, estructuran árboles con una buena disposición de ramas principales gruesas y secundarias más delgadas y largas, con formas de copa que asemejan cúpulas salpicadas de el verde lanceolado permanente y perenne de sus hojas de dura cutícula. La primavera se ilumina de la blancura de sus pequeñas flores, masculinas y femeninas compartiendo ejemplar. Sus frutos producen el arqueamiento de las ramas, acercando las aceitunas al suelo, para poder admirar sus tonos violáceos, morados y negruzcos y jugar con los sentidos en su textura aceitosa y su sabor amargo. Al pasear por el parque se sueña un olivar y éste es como un bosque. Bien podríamos entonces pensar en un jardín que sueña ser bosque.
TEXTO
El olivo no es un árbol más, es el paisaje familiar y cercano del Mediterráneo y su importancia recorre todos los ámbitos: social, ambiental, cultural y económico. Fue uno de los primeros frutales cultivados por el ser humano, allá por el Oriente Medio, en la zona que hoy ocupan Jordania, Siria, Israel y Palestina. El olivo, aunque esto lo podemos extender a cualquier árbol, es un ecosistema propio, un bosque, compuesto por múltiples seres vivos y resultado de una complejidad de factores físicos determinados por el ambiente que les rodea. En nuestro caso, un ambiente urbano e intervenido. Como buen bosque, para conseguir su permanencia, no en vano el olivo es considerado un símbolo de perdurabilidad, se regula a sí mismo para ir evolucionando y manteniéndose. Su gran adaptación a los rigores de la climatología, con sus cambios extremos, su amor por la luz, el sol y el calor, sus pocos requerimientos en cuanto a cuidados, aunque como viejos presumidos que son les gusta estar limpios y aseados, con copas que permitan la entrada del aire y de la luz con la que brillar y su adaptable tolerancia a la contaminación ambiental, permiten su aparición en parques como el Ganivet, así como en plazas y jardines, en pequeños grupos o aislados para realzar sus elegantes portes con un alto valor estético. En el parque gozan, en general, de una zona de alcorque combinada con el propio jardín que permite un buen desarrollo radicular.
Los beneficios ecosistémicos que nos ofrece el olivo tienen múltiples caras, como buen bosque que es. La biodiversidad de especies animales que ofrece en sus pliegues, ramas, hojas presentes en el árbol y en las que se caen, suelos y frutos lo convierte en una hermosa sintonía de vida y paz en plena urbe. La sombra de sus extensas copas permiten acercarnos a un árbol sabio que nos ofrecerá no sólo un resguardo ante la insolación diurna en el verano sino también muestras de tolerancia y adaptabilidad para proseguir nuestros caminos. Aunque es un poco más efectivo que su hermana Encina, no es el mejor para reducir el efecto de isla de calor. Sin embargo, a excepción de los meses de alta insolación y calor, los olivos de Ganivet, en su conjunto, absorben alrededor de los 670 kg de CO2 al año. Su alto poder alergénico nos limita su ubicación en zonas muy transitadas.
Su amabilidad se comparte también en forma de alimento y medicina. El oro líquido del aceite obtenido de sus frutos es un gran protector y regenerador interno y externo. La calma que nos contagia su presencia se proyecta en sus hojas en casos de hipertensión, hiperglucemia y tratando aftas bucales para que no perdamos la capacidad de comunicarnos.
Dicen que fue una paloma con una rama de olivo la que anunció a Noé que la tierra volvía a ser habitable, quién sabe, lo que sí se sabe es que si te acercas despacio a los olivos de Ganivet con deseos de mirar de verdad, algún duende de hermosas narizotas te guiñará un ojo.
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