CASUARINA
LA CASUARINA
Casuarina equisetifolia
Familia Casuarinaceae
DESCRIPCIÓN
La calle San Miguel nos recibe con un hermoso ejemplar de Casuarina que presenta más de doce metros de altura de un porte piramidal que tiende a abrirse, característica que, junto con las estrías que presenta en su corteza pardo grisácea el tronco recto y bifurcado de 70 centímetros de diámetro, señalan que no nos encontramos ante una jovenzuela. Sus hojas persistentes son pequeñas escamas que brotan en los nudos de las pequeñas ramillas verdosas, aciculares y caedizas, aparentando ser lo que no es, es decir, un pino. Su floración monoica salpica su densa copa de pinceladas rojizas tubulares durante el fin de la primavera y comienzo del verano, necesitando la brocha del viento para ser fecundadas y poder obsequiarnos, de esa manera, con un fruto en forma de pequeñas piñas. Sus raíces pivotantes la convierten en una buena aliada de las aceras, adaptándose bien a los suelos seos y pedregosos de carácter urbano, a pesar de que le convengan alcorques más espaciosos que el que presenta en esta ubicación. Es capaz de soportar rachas fuertes de viento, podas y ataques de parásitos a cambio de bañarse con el sol de forma directa cada día.
TEXTO
La Casuarina juega a confundir, simplemente para que afiancemos lo que vamos aprendiendo, no en vano es un símbolo del recuerdo y la nostalgia. Situarnos junto a ella evoca sensaciones del pasado, conectándonos con el presente mediante un cálido abrazo familiar. Esta especie Australiana y Asiática es un discreto árbol al que no le gusta lucirse en demasía, tal es así que no le importa que la confundamos con otra especie de coníferas, Su dos amistades más importantes son la luz solar y el aire. Con la primera, brilla; y con la segunda, se expande.
En este rincón urbano, con aires de cruce de caminos, nuestra Casuarina solitaria se refugia en su timidez, exponiéndose sólo ante aquellas personas con capacidad de observación suficiente para descubrir que sus hojas no son aciculares como la pintan, que así son las ramillas que las sostienen, mientras que las verdaderas hojas dibujan escamas diminutas en cada uno de sus nudos. Si abemos mirar, veremos lo que está escondido.
Son muchos los beneficios ecosistémicos con los que nos engalana, absorción de 90 kg de CO2 al año que almacena en forma de carbono, resistencia a la contaminación ambiental industrial y urbana, reducción de la temperatura bajo su copa disminuyendo el efecto de isla de calor, efecto que consigue también, siempre que el alcorque lo permita, con el grueso acolchado que crean sus ramillas al caer. Detalle último que refleja su carácter celoso y protector, al dificultar la presencia de otras plantas para favorecer la expansión de sus retoños en un claro símbolo de unidad familiar.
No escatima tampoco en remedios y, aunque el cocimiento de sus ramillas tiene efectos antiinflamatorios, nos obliga a seguir buscando en lo escondido, siendo sus raíces y el polvo de su corteza lo que se usa en fitoterapia para eliminar el acné, la diarrea y recuperar la energía perdida por una mala digestión de alimentos y acontecimientos, posibilitando, con humildad, la construcción de un futuro considerando el pasado, pero sin que nos pese.
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