ARMILLA Y SUS ÁRBOLES
ARMILLA Y SUS ÁRBOLES
No es difícil comprender que desde que el ser humano (previa tala de los árboles para su uso como madera), empezó a explotar tanto la agricultura como la ganadería, encontró en Armilla un gran potencial para dichas actividades, ya que está bordeada por los ríos Monachil y Dílar lo cual permitía el acceso al agua para el regadío y la alimentación del ganado. Debido a sus fértiles tierras, con el tiempo Armilla se convertiría en un fiel representante de la legendaria “vega granadina”, lo cual dio lugar a la paulatina desaparición del primitivo bosque que estaba poblado por árboles xerófitos como los que podemos encontrar en Sierra Nevada especies como las encinas, majuelos, enebros, torvisco… constituían un pulmón de biodiversidad que hoy en día nos encantaría disfrutar.
Los nazaríes llamaron a nuestro querido municipio Armillat al-Aflum o Armilla del Río (traducido al castellano), nombre que dejaba entrever la importancia que tenían los frutos y cosechas que aquí se producían; por aquel entonces cobró especial importancia la industria de la seda, motivo por el cual una gran parte de la vega fue plantada de moreras (los gusanos de seda se alimentan de sus hojas), pero posteriormente con la reconquista, fueron taladas para dar lugar a otros cultivos como cereales que llevaban desde tiempos de los fenicios en la península, y hortalizas como los tomates y los pimientos que vinieron de ultramar gracias a la colonización de América.
Pero si avanzamos un poco más en la historia, hasta situarnos en el final del siglo XIX y principio del XX, que es cuando se empieza a explotar la industria remolachera en la fábrica azucarera de Santa Juliana, dio lugar a que todo el municipio se dedicara al cultivo de la remolacha. Es fácil visualizar esas infinitas plantaciones de remolacha, pero por fortuna, justo en mitad de ese aburrido paisaje a alguien se le ocurrió la gran idea de plantar sendas alineaciones de plátanos de sombra y olmos bordeando la actual Avenida Fernando de los Ríos, así como los aledaños de la citada fábrica. El objetivo de dichos ejemplares era dar sombra y visibilidad a la carretera (pues eran encalados con frecuencia para tal menester); con el tiempo estos árboles constituyeron un símbolo de singularidad e identidad de Armilla haciendo más fresca y amena la entrada a lo que entonces era un pequeño pueblo. En un principio había más de 200 muestras, pero las sucesivas remodelaciones de la citada avenida, así como podas agresivas, y enfermedades han mermado su población hasta unos 70 ejemplares; actualmente estos árboles disfrutan de un alcorque de unas dimensiones más que aceptables, siguen dando la bienvenida a nuestra acogedora ciudad tanto a las personas visitantes como locales con su verdor y fresca sombra, muy agradecer en el actual contexto de veranos más largos con duras y sofocantes olas de calor. También deja muy claro dos cosas, por una parte, que Armilla siente un gran amor y respeto por los árboles, y que Granada por muy capital que sea, nunca dispondrá del lujo de tener una entrada así.
Tras el cierre de la fábrica de azúcar de Santa Juliana en 1932, hubo un proceso de readaptación de la vega; y es que la pérdida de las colonias en Latinoamérica fue el desencadenante para que se empezara a producir tabaco en España a gran escala, haciendo
que este cultivo se convirtiera en el símbolo de prosperidad que Armilla y sus gentes necesitaban, pues al tratarse de una planta que requería muchos cuidados generaba empleo durante todo el año, convirtiéndose en un pilar de la economía armillera hasta mediados de los años 90 del pasado siglo.
Pero los años iban pasando y Armilla se iba haciendo mayor, dejando de ser un pequeño pueblo agrícola, para convertirse en una pequeña metrópoli con calles más pensadas para el tráfico rodado que para su uso peatonal, dando lugar a estrechas aceras sin apenas espacio para árboles y peatones; algo difícil por no decir imposible de revertir, pero por fortuna en su momento se tomaron las decisiones adecuadas y se procedió a implementar unas calles con unas aceras más amplias (aunque no lo suficiente en algunos casos) que mejoran el bienestar de árboles y viandantes.
También se empezaron a construir parques y jardines dando lugar a que Armilla se vea salpicada por estas zonas recreativas (la suma total de las superficies de estos asciende a más de 11.000 metros cuadrados de rica vegetación). Son de gran ayuda para que los vecinos de todas las edades los puedan disfrutar, teniendo que cada uno de ellos su propia personalidad para captar la atención del visitante, con gran cantidad de servicios (dependiendo del parque, podemos encontrar barbacoas, zonas infantiles, pistas deportivas, información botánica, merenderos…). Quizá se echa de menos una mayor proliferación de zonas para caninos, ya que estos poco a poco se van haciendo un hueco entre la población y sus dueños a veces no son todo lo curiosos que deberían, el problema es que esto puede constituir un foco de infección para la inocente primera infancia que con sus juegos, es ajena al peligro que puede suponer la orina y defecaciones de estas mascotas.
Por otra parte, tenemos la base aérea, inaugurada el 20 de junio de 1922, es un hecho que ha marcado la urbanización de nuestra ciudad, ya que por una parte evitó una mayor expansión urbanística, pero también supone un freno para la biodiversidad. Una vez valoradas ambas vertientes, podemos decir que aporta su granito en la reducción de la isla de calor, pues esta sería mayor, ya que seguramente estaría ocupada por miles de viviendas.
Lo mejor es que las zonas verdes siguen creciendo, un ejemplo lo encontramos en el PTS, pues también dispone de grandes zonas ajardinadas, que demuestra la buena relación de Armilla con sus árboles y zonas verdes, lo cuál debería ser un motivo de celebración recuperando el día del árbol que se celebró allá por el año 2000 y tuvo una gran repercusión al asistir al acto alcaldes y concejales de 168 municipios de la provincia.
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