"Los árboles antiguos son preciosos. Hay pocas cosas en la Tierra que alberguen una comunidad de vida tan rica dentro de un solo organismo vivo." Sir David Attenborough

CIPRÉS

 EL CIPRÉS

Cupressus sempervirens

Familia Cupressaceae

DESCRIPCIÓN

Recorrer el pasillo que forman 40 cipreses en la entrada del cementerio de Armilla, señalando la divisoria entre la zona más antigua y la más moderna, supone sumergirse en la historia reciente de este país, trasladándonos a acontecimientos que no deberían repetirse y que muestran lo peor del ser humano. Aunque su presencia es anterior a los acontecimientos, siendo su edad centenaria delatada por las grietas longitudinales pardo oscuras de sus cortezas, nuestros protagonistas, de más de 23 m de altura, porte recto y flechado, con 42 cm de diámetro de tronco recto e imputrescible, muy resistente al ataque de hongos e insectos y una forma de copa piramidal fueron testigos de fusilamientos y firmes custodios de fosas comunes, a las que abrazan sus raíces secundarias que, tras el aborto de la principal, se responsabilizan del anclaje y nutrición de los árboles. Sus ramas ascendentes, cilíndricas, nos obligan a mirar al cielo, al que mediante una copa densa terminada en punta parece que quieran atravesar. Sus hojas, cubiertas de pequeñas escamas con forma triangular, de textura coriácea, recubiertas de cera y color verde oscuro, aunque perennes, van formando un acolchado permanente en el suelo, a modo de protección, como si quisieran ocultar ciertos horrores. Sus flores monoicas invaden el aire con su polen a finales del invierno favorecido por el viento, la lluvia y las tormentas eléctricas. Los frutos son conos cilíndricos de color gris verdoso que se desarrollan en primavera madurando y haciéndose leñosos 20 meses después. Aún siendo amantes del sol, crean condiciones entre ellos de ambiente semisombreado, siendo resistentes al frío. Son muy tolerantes a diversos tipos de poda y representan un símbolo universal de permanencia.

TEXTO

Tradicionalmente el ciprés se ha vinculado a la muerte, de ahí que no sea extraño que el lugar en el que nos encontramos ahora sea el cementerio de Armilla. Cuenta la mitología griega que Cipariso mató por error a un ciervo y fue tal su pena, que pidió a Apolo que le permitiera llorarlo eternamente. Apolo lo convirtió en un ciprés y, por esta razón, esta especie ha pasado a ser un símbolo de duelo hacia los seres queridos. Se trata de un árbol con tendencia a la longevidad, aunque a partir de cierta edad ya centenaria su salud comienza a mermar, lo cual no le ha impedido ser uno de los árboles más longevos del mundo. De origen Mediterráneo y de Asia menor, se ha extendido formando ya parte de nuestros jardines en formas diversas como ejemplares en pequeños grupos, aislados y conformando setos y topiarios. En el cementerio se encuentra en forma de alineaciones y algunos pequeños grupos separados. Aún existiendo más de 100 ejemplares, son 40 los que podemos catalogar como singulares por su presencia imponente y por la memoria que atesoran. Por ello, se precisa de una atención especial hacia ellos, mejorando los alcorques de pequeñas dimensiones y realizando unas podas de limpieza básicas.

Se estiman en 22 las personas encontradas entre sus raíces en las fosas comunes ocupadas tras los fusilamientos, de los cuales quedan señales en uno de los muros laterales del cementerio. Acompañándolos, los cipreses si se asocian a la muerte también se asocian a la inmortalidad plasmada en su recuerdo y al camino que sigue el alma en su ascenso hacia los cielos por medio de su “mástil de soledad, flecha de fe, saeta de esperanza”, como recitaba el poeta Gerardo Diego.

Los beneficios ecosistémicos que nos regalan son de un alto valor. Al cultural e histórico ya se ha hecho referencia. En cuanto al ambiental, absorben 123 kg de CO2 al año, cada uno, elevando la cantidad grupal a los 4000 kg. Su eficiencia en cuanto al uso del agua es alta, implicando por ello una buena capacidad para reducir la isla de calor, a pesar de contener sus hojas pocos estomas para reducir así la transpiración, emiten la suficiente para proporcionar un cierto frescor al ambiente. Es muy tolerante a la contaminación ambiental, mejorando la calidad del aire, absorbiendo contaminantes y también ruido, creando un ambiente silencioso y de recogimiento en el lugar.

Es paradójico encontrar un árbol con tantos usos medicinales en un lugar en donde de tan poco sirven ya, sin embargo, pasear entre sus hileras nos permite olvidarnos de donde estamos gracias al aroma de sus cortezas y hojas, del cual son responsables los terpenos que favorecen tanto la reducción del estrés como la armonización del ambiente en general. Efectos relajantes y refrescantes en baños de asiento, mejora de úlceras varicosas y del reuma son algunos de los beneficios que sus hojas, cortezas, frutos y brotes jóvenes de las ramas nos proporcionan.

Pasear entre estos cipreses centenarios cargados de historia nos permite sentirnos entre los mundos celeste y terrenal, con los pies anclados como sus raíces en el suelo y los brazos extendidos como ramas hacia el cielo. Su aroma nos descubre esos lazos invisibles que unen la vida y la muerte.

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