"Los árboles antiguos son preciosos. Hay pocas cosas en la Tierra que alberguen una comunidad de vida tan rica dentro de un solo organismo vivo." Sir David Attenborough

ENCINA

 LA ENCINA

Quercus ilex.

Familia Fagaceae.

DESCRIPCIÓN

La Encina es la reina en la mesa de la austeridad. Sus raíces pivotantes en los primeros años se van ramificando para ser un fiel reflejo subterráneo de lo que vemos en la superficie, un árbol de 7,67 m de altura y 57 cm de diámetro de tronco. Un tronco ceniciento, agrietado por la edad y por la resistencia en el hostil entorno urbano de su ubicación. Sus hojas, perennes, verdes por el haz y blanquecinas por el envés, simulan pequeñas puntas de lanza aún sin afilar pero con la dureza coriácea, a veces remarcada por bordes dentados que lejos de reducir su elegancia, le otorgan dignidad. La hojas están esculpidas por pequeñas agallas preñadas de vida díptera. Flores masculinas amentosas y femeninas, pequeñas y aisladas, comparten espacio aunque no formas. Su porte es orgulloso y algo tosco, cincelado por el paso del tiempo centenario y por los rigores del clima y de las vecindades humanas, haciendo gala de su tolerancia a la poda, muestra su carácter seguro presumiendo de copa semiesférica, ahora reducida a la mitad y echando en falta su media naranja.

TEXTO

La Encina es el árbol de los dones de la humildad y de la generosidad. Originaria del Mediterráneo, del Sur de Europa, del Norte de África y del Este de Asia. A pesar de que su crecimiento depende del entorno en el que se desarrolla y de que el ambiente urbano no es el más idóneo, su alto valor estético y ambiental, su gran resistencia a la sequía y al frío invernal, su tolerancia frente a la contaminación, siendo una gran retenedora de metales pesados como el cadmio en sus raíces, metal que aparece como residuo del tráfico, plásticos y algunas baterías, la convierte en una candidata ilustre para protagonizar plazas, avenidas, parques y rotondas de forma ejemplar y aislada.

Nuestra encina, con signos de edad avanzada y centenaria, dañada por las obras de prolongación del tranvía, aún pudiendo causar algunos problemas alergénicos, nos regala con creces unos cuantos beneficios ecosistémicos envueltos en forma de belleza mediante el verdor coriáceo del haz de sus hojas, mientras el Universo lácteo de su envés permite hacernos conscientes del parpadeo de sus pequeñas flores amarillo verdosas que, aún sin hacer grandes alardes, explotan en bellotas color tierra, repletas de minerales y azúcares y que nos recuerdan la importancia de estar presentes.

A pesar de haber sido reducida a la mitad de su extensión, con un diámetro de tronco de 57 cm y una altura de 7.67 m, aún es capaz de absorber más de 80 kg de CO2 al año y, aunque su efecto de reducción de la isla de calor no es de los más elevados debido a su extrema adaptación a no perder agua por transpiración, proporciona una importante sombra que disminuye la temperatura del suelo de 5 a 10 ºC con respecto a su vecino asfalto. Nuestra encina es una gran madre, cobijo en una isla rodeada de asfalto, de insectos, escarabajos y mariposas urbanas que se alimentan de sus hojas y de la madera tanto viva como muerta.

Las obras que se están realizando a su alrededor han afectado seriamente su estructura, reduciendo también el tamaño del alcorque que necesita para que sus raíces, en equilibrio entre la parte pivotante y ramificada, puedan desarrollarse de manera saludable. Por ello, se hace necesaria una especial atención para asegurar su supervivencia en condiciones aptas.

Cuando nos acercamos a ella con serenidad, podemos observar el descortezado de su corteza, ya agrietada por la edad y algunas cavidades. Si alzamos la vista, seremos partícipes de un hermoso acto de generosidad de la Encina con un pequeño díptero al que se le acoge para poner sus huevos en el envés de las hojas, causando más un afeamiento de estas que un problema, mediante pequeñas y numerosas malformaciones tumorales denominadas agallas.

Su generosidad se extiende también hacia nosotras en sus hojas, corteza, bellotas y agallas por medio de remedios para tratar eczemas, hemorroides, heridas, pies sudorosos y aclaramiento del cabello. Cuando paseamos por su cercanía, su presencia aporta la calma que necesitamos en este rincón de la ciudad para que no nos dejemos contagiar por la prisa y el tráfico que no nos permite parar el ritmo.

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